15 ago 2011

Sueño febril de un arqueólogo

Ël, antigo dios semítico, padre de Baal (el futuro Belcebú);
detalle del mango del cuchillo egipcio de Gebel-el-Arak,
tallado en colmillo de hipopótamo hace unos cinco mil años


En alguna parte de Mesopotamia, entre las  ruinas intactas de una hermosa biblioteca de tablillas de arcilla que se deshacen, frescamente, entre las yemas de mis dedos, alguien me revela la primera metáfora compleja, intencionada o literaria:

La noche es oscuridad pasajera: Baal, me  gustaría dominar la noche.

2 ago 2011

El ojo que ya no llora...

( pincharás la imagen y te sentirás amenazado )




... porque se mantiene      tenso
                              ATENto
a las oscilaciones
     de su   propia  pupila =>

30 jul 2011

Diálogo con Lucrecia Martel


Diálogo con Lucrecia Martel from CZB on Vimeo.

En agosto de 2010, Lucrecia Martel fue jurado del Festival de Lima. A mi amigo Luis Pacora, videorreportero del grupo 'El Trome', le dije: "Si la entrevistas, llévame, quisiera conversar con ella".

Mi interés por el cine de Martel nace, en buena medida, del interés que siento por los temas que a ella le interesan: burguesía, moral y representación; micropolítica; lectura atenta del género;  mirada fascinada de la experiencia religiosa como enemiga de otros misterios más urgentes, palmarios y cercanos; la sexualidad de la adolescencia como una amenaza sorda para un sistema que nadie percibe, que victimiza a todos y que tal vez no exista, etcétera.

A la hora de registrar este diálogo, lamento haber conocido solo su admirable ópera prima, La ciénaga (2001). Ahora ya he visto sus otros dos largometrajes.

De arranque, le mencioné mi enorme interés  por Invasión (1969), de Hugo Santiago, y Martel lamentó que esa obra hubiese quedado un tanto "aislada" en la historia fílmica de su país. Ahora creo que debí insistir en el punto: desde Aquilea, me parece, llegan  ese theremyn de La niña santa (2004) y, sobre todo, esos platillos voladores que, invisibles, de un momento a otro, acaso precipiten la diégesis en lo fantástico... El complejo aporte del músico concreto Edgardo Cantón al primer largometraje de Hugo Santiago se me antoja un buen antecedente para uno de los aspectos más notables de la producción de Martel: el uso del sonido. 

En otro instante —hablábamos de cinefilia, para mí una enfermedad, para ella nada grave—, Martel precisó que, en sus años formativos, la película que más había revisado era Pink Floyd The Wall (1982), de Alan Parker. De inmediato, yo le comenté que esa influencia no se le notaba; Martel asintió y siguió con otro tema. Ahora creo que debí insistir en el punto: su estilo es el gozo de la pulcritud, el cuidado extremo de la técnica, el pop en estado de gracia. ¡Qué buena noticia! ¡La pulcritud aún podía ser hermosa! Y no solo eso: también subversiva... Tan autónomo, artificial y cohesionado es el estilo de Martel que, sin problemas, se traga referentes muy diversos y los licua a una velocidad rarísima. Me fascina, por ejemplo, esa música tropical andina que, en sus películas, se escucha un tanto al margen del estancamiento mórbido de la pequeña burguesía provinciana, como si algo fermentase al margen de esa percepción dominante. También en la Lima de los ochenta, cuando yo era niño, a la música tropical andina se le percibía con asco, lejanía y extrañeza.

Me intriga y me intimida que una propuesta tan ágil como la de Martel ya no logre buena respuesta en la taquilla. ¿Es La mujer sin cabeza (2008) un reto excesivo para el espectador promedio contemporáneo? Todas las épocas son graves, y el pasado está condenado a transformarse en metáfora y ficción —por estos días, comparto aula con muchachos y muchachas de 17 y 16 años para quienes el 11 de setiembre de 2001 no es una fecha vívida—; y, sin embargo, la acción insensibilizadora de los medios masivos... bueno, digamos que ahora son más. La lucha se desplaza: Internet o muerte, cultura libre o Harry Potter.   

A propósito, leí la extensa discusión que, en su blog 'La lectura provisoria', el crítico argentino Quintín le dedicó a La mujer sin cabeza [1]. Uno de los argumentos axiales de esa discusión: cierto plano de un perro muerto.

A juicio de Quintín, ese plano de un perro muerto encauzaba el misterio y condicionaba la "ética" del desarrollo de la trama. O sea: si no es una película de Ed Wood, debemos suponer juego limpio —por ejemplo, si un actor muere, otro no lo remplazará con el fácil truco de ocultarse las facciones tras una capa—. En primer lugar, debo agradecerle a Quintín que haya subrayado el detalle, porque yo no me había dado cuenta de que era un perro; en lo principal, sin embargo, siento que el crítico argentino ha desbarrado: la intriga del filme es más sutil que un mero rompecabezas.

Si vemos desde el principio La mujer sin cabeza, iremos descubriendo la naturaleza y las consecuencias de un hecho súbito y traumático que la protagonista ha vivido en una carretera poco antes, ¡oh poesía!, de que rompa la lluvia. (Pero la naturaleza no entrega mensajes). La indefinición ontológica es un mecanismo formal: acaso estemos viendo una fantasía o una lenta película de terror, pero quizá todo no pase de ser un ejercicio realista de observación sicológica a la manera de A Woman Under the Influence (1974), de John Cassavetes.  

En efecto, cuando se nos presenta ese inquietante bulto inerte, torpemente amortajado sobre la mesa de una cocina, La mujer sin cabeza todavía no se ha definido “genéricamente”: acaso estemos viendo un compendio de alucinaciones, o la crónica de la tensión entre un mundo paralelo y el mundo real, pero quizá todo no pase de ser las percepciones objetivas de una insípida señora en una dimensión equis a la cual no sabe cómo se ha transportado... Al final, nada de eso importa, porque la burguesía continúa con sus ritos, y esos ritos son tan fuertes e inconscientes que los crímenes y los errores, aun recuperados, aun reconocidos, podrán olvidarse sin exceso de problemas: es el triunfo máximo de la ideología. El tiempo hará su trabajo, y la erosión de la memoria no cesará. Ahí la película se detiene.

Cuando he tenido la suerte de conversar con artistas e intelectuales de gran valía —muchos de ellos desconocidos, aun inéditos—, he notado su modestia; sospecho que es una proficua consecuencia del gran esfuerzo que demanda una obra y de la comprobación, un tanto melancólica, de que, al final, es indispensable la mirada del otro. Pero el arte es indiferente, y la historia nos enseña que muchos artistas de verdad han sido grandes patanes, áulicos, corruptos e, incluso, algo más triste: íntimas rupturas, negadores de la vida, suicidas. Mayor razón, entonces, para escuchar los buenos ejemplos. Luego de haber conversado con ella treinta y tres minutos en agosto de 2010, yo diría que Lucrecia Martel es uno de esos buenos ejemplos.



[1] Lamentablemente, ahora el enlace está roto; realmente, ¿alguna vez lo leí?

21 jun 2011

Carla Vallenas, actuación


A Carla la vi por primera vez en San Marcos, donde ella estudiaba
Historia del Arte.

 Nunca fuimos amigos.
Entonces, debemos de haber hablado tres o cuatro veces.

Años más tarde, me la encontré en la biblioteca del Goethe y, en un principio, no reconocí mi oportunidad.

Nos despedimos sin énfasis, sin mayor interés. 

Luego, recordé que ella había participado en una película de Francisco J. Lombardi. Y, bueno, recordé que yo necesitaba una actriz.

Por Google, supe que Carla se había dedicado a la danza y a la perfo, y llegué a un vídeo irredimible, La cabina from hell. "Acaso me sirva", debo de haber pensado, "nunca me cayó mal".

La llamé. Hablamos. Se interesó. Durante dos meses y medio, ensayamos los lunes y martes, en su casa, entre cuatro y cinco horas continuas. Nunca falló. Ni una sola de las sesiones falló.

Ahora, me parecería inconcebible haber realizado el corto sin ella.

Es diseñadora de modas: eligió su vestuario, me ayudó a elegir los colores para el mío. Yo no había pensado en la importancia de la ropa. Le debo el desarrollo de mis primeras intuiciones acerca del arte de la representación.

Es una de las personas más auténticas y extrañas que he conocido.

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Cucaracha (2011) - actuación from CZB on Vimeo.

Cucaracha - tráiler


Cucaracha (2011) - tráiler from CZB on Vimeo.


No hay nacimiento de ninguna de todas las cosas mortales
ni existe el fin de la muerte funesta,
sino que solamente hay mezcla y disolución de las cosas mezcladas,
y nacimiento es como lo llaman los hombres.

Εμπεδοκλής

Cucaracha (2011), de Carlos Zevallos Bueno

Mi
  primer
        corto.
              Guion, 2008.

         
Yo buscaba una idea sencilla, pero ambiciosa,
que requiriese unos cuantos actores nada más 
y que incorporase 
todas las carencias de producción.

(Yo buscaba no permitirme
       la excusa o coartada del conformismo).


Y, de pronto, escuché una anécdota encantadora y recordé que Heidegger había sentenciado que la pregunta del ser implicaba necesariamente la perspectiva humana, es decir, que no podríamos jamás imaginarnos la percepción del tiempo para otra forma de vida, o si esta forma de vida desarrollaría algún concepto (o la necesidad de algún concepto) analogable al concepto del ser. Y también recordé esta línea de Borges: "Tú, que me lees, ¿en verdad entiendes mi lenguaje?"


Terminé aprendiendo lo obvio, a saber, que la producción no es un arte oculto, sino manifiesto. La neurótica voluntad no alcanza.


El perdón (2006), de Omar Quezada; Reminiscencias (2010), de Juan Daniel Fernández, y, especialmente, la muy honesta y antisocial El epitafio no me importa (2011) —documental, por el momento fuera de circulación, acerca del poeta y crítico de cine Alberto Angulo Chumacero—, son obras audiovisuales limeñas que me han gustado bastante. (A esa lista acabo de sumar El caudillo pardo [2005], de Aldo Salvini). Para mí, es un fenómeno nuevo: yo nunca había visto películas limeñas que me gustaran bastante.

Con todo, fue Detrás del mar (2005), de Raúl del Busto, la primera película hecha en mi vecindario que yo pude ver sin fáciles concesiones. Aunque descreo del cine trascendental, recuerdo haber pensado lo siguiente mientras apagaba el DVD de La espera de Ryowa (2004): "Si ese tal del Busto sostuviese la cámara y editase, mis imágenes tendrían una chance".

En mayo o junio de 2009, lo busqué, dialogamos, me simpatizó, nos despedimos. Un año más tarde, me colé en su fiesta de cumpleaños y le dije: "Por fin conseguí a una actriz, ¿estás disponible?"

Dos semanas más tarde, lo llevé a la locación. Esa misma noche, vio un ensayo casi final, en vivo, y dialogó con la actriz respecto de la importancia de los colores del vestuario, así como de la pertinencia de calzar tacos altos.


Del sonido directo se ocupó, con gran discreción, Cyntia Inamine
Yo no me había dado cuenta de que un piso de madera era tan sonoro.



Grabamos seis horas en continuidad casi perfecta, en el Centro de Lima, en la segunda mitad de mayo de 2010.

Fue MUY divertido.

Lamentablemente, Raúl del Busto sufrió algunos percances de salud, que lo alejaron del proyecto. Busqué otras opciones. Me recomendaron a un editor joven y talentoso, con vena experimental. Decidí bajar las cintas. Por primera vez, confronté las imágenes. Ni siquiera me había asomado a la cámara durante la grabación. Fue muy fuerte. Me llené de dudas: "¿El famoso cine experimental está asociado a la estupidez?" Con total franqueza y buena fe, ese editor joven y talentoso rechazó mi proyecto por baja calidad. 

Depresión.
                 Rebote.

En la que era mi oficina,
de madrugada,
comencé a editar
por mi cuenta.


El súbito desempleo
me alejó del proyecto
ocho meses más.


Pero ya nada importa.

De una u otra manera
las siguientes personas me ayudaron a realizar este corto: 


El poeta y futbolista amateur sanmarquino Daniel Otoya, quien me prestó su amada computadora personal durante cuatro semanas muy intensas (de una intensidad que valoro, pero que nunca más desearía vivir);

La profesora de educación primaria Malisa Cecchet Zimic, quien distrajo buena parte de sus vacaciones a fin de que, en marzo de 2010, yo hiciera mis pinitos como director de actores no profesionales;

La cortometrajista Gisella Barthé, quien me contactó con Malisa Cecchet Zimic;

El videorreportero Gabriel Derteano, quien, una tarde, se escapó de su chamba y me regaló diez vistas fijas de la locación;

Mi amigo Luis Pacora, quien me enseñó los rudimentos del Adobe Premiere 2.0;

Mi amigo José Carlos Vera, quien esperó doce meses una traducción que, me parece, necesitaba con urgencia;

Mi frontal antagonista, el ¿crítico de cine? Mario Castro Cobos, con quien vengo conversando desde hace más de una década
sin visos de alcanzar conclusión alguna;

Y el inclasificable Marco Ramos Saettone, quien, alguna vez, de niño, se rehusó a matar a un saltamontes.

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Cucaracha (2011)
Actuación: Carla Vallenas, Carlos Zevallos Bueno
Cámara: Raúl del Busto
Sonido directo: Cyntia Inamine
Guion, dirección, producción, edición: Carlos Zevallos Bueno
Duración: 11 minutos
Género: Comedia romántica
Sinopsis: Una mujer entra en una habitación, un hombre entra en una habitacíón, algo los observa.

7 may 2011

Habla el pueblo: "Mi voto es por Homero Simpson"




este es un verdadero programa que vale la pena para el peru pork no abla
la Prensa sino el pueblo peruano la Gente y espesialmente desimos
nuestras ideas ese programa que siga adelante apoyemos mucho no como
las otras basuras que solo bes basura y no valen la pena para el Peru que esta jodido pork solo ay ignorancia

Comentario de "soldadodany", hace dos meses

* * *

Tenemos el privilegio de ser contemporáneos de un fenómeno más allá de todo adjetivo: RBC Televisión, el canal del "Hermanón".

En YouTube, se hallan, desperdigados, varios momentos increíbles que esa empresa de comunicaciones le ha legado a la memoria y cultura de este país. 

Lacan llamó "lo Real" a la zona que se mantenía inaccesible o refractaria a la simbolización, verbigracia, la muerte: intuimos, pero no entendemos. Pues bien, yo diría que Habla el pueblo nos pone frente a frente con lo Real más descarnado: sin esperanza nos asomaremos repetidas veces a estas imágenes; creo que nunca llegaremos a entenderlas.  

Por ejemplo, cuando el conductor dice: "Ya sabemos quién es..."

¿Ha de superarse el YouTube? Así como el Facebook trituró las otras redes sociales, a eso me refiero. Ya quisiera verlo.

"Gracias, Iván, por estar con nosotros..."

3 feb 2011

Acerca de Invasión (1969), de Hugo Santiago

Irala (Martín Adjemián), el poeta cobarde,
intuye la inminente destrucción de su cultura
Copio y traduzco —sin rigor, es cierto, con irresponsable libertadalgunas opiniones europeas, francesas, interesantes, acerca de Invasión (1969), primer largo de Hugo Santiago:


Aquilea es una ciudad estropeada, sin niños, casi sin mujeres, sin grandes avenidas ni plazas, donde los autos se internan entre muros o terrenos imprecisos, sin horizonte. En su etapa crepuscular, Aquilea está sufriendo una invasión. (Reggiani diría que la invaden los lobos). Y, sin embargo, no es una ciudad sitiada que se defienda, que proclame su lucha, señale al adversario y se aferre a la esencia de lo defendido. Aquilea padece una erosión comparable al efecto del mar en un castillo de arena. 

1 feb 2011

Invasión (1969), de Hugo Santiago

El escritor Jorge Luis Borges,
el cineasta Hugo Santiago
No me parece necesario “un padre del cine peruano”. Me ha costado tanto comprender a mi único padre, ¡no deseo revivir esa experiencia nunca más! Ni siquiera me parece necesario “un cine peruano”, ni viejo ni nuevo. Me interesan los individuos o las excepciones. En general, me estorban las nacionalidades. Según recuerdo, el concepto de nación fue una estrategia del poder regio central frente a sus atomizados señores feudales. Toda nación echa mano de su historia y le niega su carácter móvil, contingente; toda nación se presenta, al fin, como un arquetipo digno de ceremonias y congresos. Konrad Lorenz escribió que gran parte de las naciones contemporáneas se basaban en el culto a sus homicidas más prestigiosos (sus héroes). Convengamos en que la madurez pasa por ya no sentirse hijo y por no aceptar, en el mismo paquete, la obligación de ser padre. Es triste cuando Vallejo lamenta que nunca alcancemos la edad de quienes nos procrearon; esas debilidades tiene Vallejo (como bien lo señaló Paz, es la poesía de una víctima de la historia).

Para mí, Invasión lleva el asunto de la identidad por otro lado.

17 ene 2011

Tráiler de La calma (2011), de Fernando Vílchez


Además, a Fernando Vílchez, despeinado, lo acaban de entrevistar para el portal La mula.

He visto el corte final del documental. Me reservo mis opiniones, porque son positivas.  

La calma (2011), de Fernando Vílchez, en la Berlinale

Afiche de La calma (2011),
de Fernando Vílchez
Una magnífica noticia: mi amigo Fernando Vílchez ha sido seleccionado para la competencia oficial de cortometrajes de la Berlinale 2011, que se desarrollará del 10 al 20 de febrero en la capital de Alemania.

Yo tuve el gusto de apoyar con la producción de La calma entre 2008 y 2009.

Se trabajó en condiciones penosas, con gran entusiasmo. Visitamos Pisco alrededor de un año después del terremoto, y la ciudad era un caos pestilente.

Como periodista, Fernando Vílchez ya había visitado la zona para cubrir las primeras horas de la tragedia. Así, se enteró de que un camarógrafo local había grabado el desarrollo del terremoto y, también, en la Plaza de Armas de Pisco, el rescate del joven Jorge Luis Solís, sepultado largos minutos bajo una pared enorme.

El material en bruto era impresionante.

Un año después, Jorge Luis cojea por ese pueblo fantasma, y Fernando Vílchez lo registra. Es la reflexión de un sobreviviente.

Tras haber visto un avance en la página oficial de la Berlinale, se me despertó una optimista felicidad. Pero vamos con calma. Vamos a competir contra Spike Jonze y el teléfono celular del coreano Park Chan-wook.

La noticia es buena sin matices. Esta noche, veré el corto. La calma tiene nacionalidad exclusivamente peruana.

16 ene 2011

Conócete a ti mismo

"Más adelante, en la campaña, volveremos como un huaico sobre las ciudades".
Candidata Keiko Fujimori explica con símil increíblemente preciso el futuro mediato de su estrategia para llegar a Palacio.

Entrevista con Perú.21, 16 de enero de 2011

11 ene 2011

Concentrarse en lo pequeño: Let It A




The Beatles en su peor época, inicios de 1969. Mucho ego en juego y demasiadas cámaras alrededor para un documental que iba a rematar con una tocada en vivo. Con todo, a veces, el grupo se superponía al aburrimiento. 

Aquí, Lennon está tocando el bajo y descubriendo Let It Be: sabe que la canción puede ir a cualquier parte, ya identificó una buena idea, sabe que va a sorprenderse e, incluso, sugiere pasar a do ("C", en la notación inglesa). Yo lo noto muy feliz. 

Alan Pauls no escribe para expresarse

En una entrevista de 2008, el argentino Alan Pauls responde una pregunta interesante:
"Alguna vez has declarado que escribir, para vos, era un acto ligado a la desaparición, a la impersonalidad y en un punto, a la clandestinidad. Tu idea -a diferencia de la de muchos otros escritores- no es devenir otro, sino devenir neutro. ¿De qué manera te afirmás en esa neutralidad? ¿Te sentís una suerte de escritor voyeur?

Tal vez volverse neutro sea la antesala de volverse otro. Lo que quería decir es que para mí escribir no es expresarse. El yo no se manifiesta en lo que uno escribe; se disuelve, se borra, a lo sumo se parodia. Las fuerzas que trabajan en la escritura no tienen que ver con el yo, con ningún yo (ni siquiera con el de otro), sino con voces más bien múltiples y anónimas. (Por eso hay que tener cuidado cuando se dice que una literatura es autobiográfica). No me reconozco del todo en la figura del voyeur, pero hay en lo que escribo una dimensión analítica fuerte y cierta apuesta a la inacción que podrían evocar ese hobby del siglo XIX". 

10 ene 2011

Reminiscencias (2010), de Juan Daniel Fernández ¡Ah, si uno pudiera pensar con la solidez de las imágenes!


Un fotograma numérico de Reminiscencias (2011),
de Juan Daniel Fernández
Si he visto un tráiler carente de interés, evito la película de referencia. A mi juicio, solo modelos muy embalsamados permiten que una sinopsis de un minuto nos sugiera una historia de una hora y media. Antes del producto en sí, en una función comercial, se proyectan varias de las películas que “nadie dejaría de ver en el futuro”. La frecuencia de un ejercicio narrativo tan insípido bastaría para cierta alarma crítica.

Aunque su tráiler me había parecido soso, fui espectador del estreno en Lima del corte definitivo de Reminiscencias, de Juan Daniel Fernández. Un motivo: el 1 de diciembre de 2010, a las 19:45 hrs., yo no tenía obligaciones excluyentes. Además, El Galpón es un espacio cultural joven, no muy lejos de la casa donde vivo. Por si fuera poco, el buen Mario Castro Cobos me había recomendado la experiencia con estas o parecidas palabras: "La obra del Nuevo Cine Peruano que más me gusta". En el peor de los casos, se me ocurrió, yo soltaría una que otra carcajada.

La película de Juan Daniel Fernández organiza el caos de una vida aún joven, grabada en sus más insignificantes detalles, acaso en su más significativa realidad. El punto de partida es un hecho obvio: que la gente registra lo cotidiano sin detenerse en la nitidez del encuadre (¿existe la honestidad absoluta?) La textura inmediata y negligente del vídeo comunica una sensación de realidad que, tal vez, en la historia de las imágenes en movimiento, no conozca parangón. Y, si una idea fuerza de la teoría fue la impresión de realidad en el cine, entonces podemos hablar de... ¿cine puro? El porqué del fenómeno es ideológico o conceptual antes que técnico: aceptamos que la fábrica de esas imágenes ha sido estrictamente aleatoria.

Los ojos cerrados no te ayudarán a vencer tus deseos


Simón del Desierto (1969),
última película de Luis Buñuel
en México
Simón el Estilita predica en el desierto, y el demonio tiene el cuerpo de Silvia Pinal. Yo también me he preguntado si era un acto de soberbia bendecir insectos inofensivos. Yo también he querido sostenerme encima de una sola de mis piernas, pero esa terquedad ha dejado de atraerme.

Voy a redactar cada vez que se me antoje, para todo aquel que se dé un tiempo por aquí; voy a redactar lo primero que se me pase por la cabeza.

Modesto, intrascendente, ambicioso plan. Mi justificación es mi acicate. Negadas, reprimidas o corregidas en exceso, las ideas terminan por atacar al individuo. Por lo menos, ha sido mi experiencia.

Y si el demonio se subiera a mi columna en medio del desierto y metiera su lengua en mi oreja, yo no querría temerle a Silvia Pinal tan solo porque viste de colegiala.

Para crear este blog, he tenido que entregarle a Google mi número de celular. Al minuto, me ha llamado una voz femenina, que me ha dictado dos veces el mismo código de activación y se ha despedido tajantemente: "Adiós". Yo protesto, a mí me provocaba conversar. 

Bienvenidos, bienvenidas.