primer
corto.
Guion, 2008.
Yo buscaba una idea sencilla, pero ambiciosa,
que requiriese unos cuantos actores nada más
que requiriese unos cuantos actores nada más
y que incorporase
todas las carencias de producción.
(Yo buscaba no permitirme
la excusa o coartada del conformismo).
Y, de pronto, escuché una anécdota encantadora y recordé que Heidegger había sentenciado que la pregunta del ser implicaba necesariamente la perspectiva humana, es decir, que no podríamos jamás imaginarnos la percepción del tiempo para otra forma de vida, o si esta forma de vida desarrollaría algún concepto (o la necesidad de algún concepto) analogable al concepto del ser. Y también recordé esta línea de Borges: "Tú, que me lees, ¿en verdad entiendes mi lenguaje?"
Terminé aprendiendo lo obvio, a saber, que la producción no es un arte oculto, sino manifiesto. La neurótica voluntad no alcanza.
El perdón (2006), de Omar Quezada; Reminiscencias (2010), de Juan Daniel Fernández, y, especialmente, la muy honesta y antisocial El epitafio no me importa (2011) —documental, por el momento fuera de circulación, acerca del poeta y crítico de cine Alberto Angulo Chumacero—, son obras audiovisuales limeñas que me han gustado bastante. (A esa lista acabo de sumar El caudillo pardo [2005], de Aldo Salvini). Para mí, es un fenómeno nuevo: yo nunca había visto películas limeñas que me gustaran bastante.
Con todo, fue Detrás del mar (2005), de Raúl del Busto, la primera película hecha en mi vecindario que yo pude ver sin fáciles concesiones. Aunque descreo del cine trascendental, recuerdo haber pensado lo siguiente —mientras apagaba el DVD de La espera de Ryowa (2004)—: "Si ese tal del Busto sostuviese la cámara y editase, mis imágenes tendrían una chance".
En mayo o junio de 2009, lo busqué, dialogamos, me simpatizó, nos despedimos. Un año más tarde, me colé en su fiesta de cumpleaños y le dije: "Por fin conseguí a una actriz, ¿estás disponible?"
Dos semanas más tarde, lo llevé a la locación. Esa misma noche, vio un ensayo casi final, en vivo, y dialogó con la actriz respecto de la importancia de los colores del vestuario, así como de la pertinencia de calzar tacos altos.
Yo no me había dado cuenta de que un piso de madera era tan sonoro.
Grabamos seis horas en continuidad casi perfecta, en el Centro de Lima, en la segunda mitad de mayo de 2010.
Fue MUY divertido.
Lamentablemente, Raúl del Busto sufrió algunos percances de salud, que lo alejaron del proyecto. Busqué otras opciones. Me recomendaron a un editor joven y talentoso, con vena experimental. Decidí bajar las cintas. Por primera vez, confronté las imágenes. Ni siquiera me había asomado a la cámara durante la grabación. Fue muy fuerte. Me llené de dudas: "¿El famoso cine experimental está asociado a la estupidez?" Con total franqueza y buena fe, ese editor joven y talentoso rechazó mi proyecto por baja calidad.
En la que era mi oficina,
de madrugada,
comencé a editar
por mi cuenta.
El súbito desempleo
me alejó del proyecto
ocho meses más.
Pero ya nada importa.
De una u otra manera
las siguientes personas me ayudaron a realizar este corto:
El poeta y futbolista amateur sanmarquino Daniel Otoya, quien me prestó su amada computadora personal durante cuatro semanas muy intensas (de una intensidad que valoro, pero que nunca más desearía vivir);
La profesora de educación primaria Malisa Cecchet Zimic, quien distrajo buena parte de sus vacaciones a fin de que, en marzo de 2010, yo hiciera mis pinitos como director de actores no profesionales;
La cortometrajista Gisella Barthé, quien me contactó con Malisa Cecchet Zimic;
El videorreportero Gabriel Derteano, quien, una tarde, se escapó de su chamba y me regaló diez vistas fijas de la locación;
Mi amigo Luis Pacora, quien me enseñó los rudimentos del Adobe Premiere 2.0;
Mi amigo José Carlos Vera, quien esperó doce meses una traducción que, me parece, necesitaba con urgencia;
Mi frontal antagonista, el ¿crítico de cine? Mario Castro Cobos, con quien vengo conversando desde hace más de una década
sin visos de alcanzar conclusión alguna;
Y el inclasificable Marco Ramos Saettone, quien, alguna vez, de niño, se rehusó a matar a un saltamontes.
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Cucaracha (2011)
Cucaracha (2011)
Actuación: Carla Vallenas, Carlos Zevallos Bueno
Cámara: Raúl del Busto
Sonido directo: Cyntia Inamine
Guion, dirección, producción, edición: Carlos Zevallos Bueno
Duración: 11 minutos
Género: Comedia romántica
Sinopsis: Una mujer entra en una habitación, un hombre entra en una habitacíón, algo los observa.
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